Gustavo Petro: el presidente que muchos subestimaron y hoy teme la oposición

Por José García, experto en economía digital, especial para NOVA
En Colombia, hablar de política y economía sin caer en la polarización se ha vuelto casi imposible. Pero lo voy a hacer, porque en mis artículos no tengo compromisos ni intereses ocultos.
No soy petrista, ni anti nada. Soy economista, analista y español enamorado de Colombia. Y por eso escribo con claridad, sin rodeos, sin miedo a incomodar. Hoy toca hacer un análisis profundo y honesto de lo que representa el presidente Gustavo Petro, sus errores, sus aciertos y —aunque duela a muchos— su potencial para cambiar el rumbo de este país si se enfoca.
Primero, pongamos las cartas sobre la mesa: Colombia ha sido saqueada durante décadas por la corrupción. No hay bandos que se salven. La derecha y la izquierda han desangrado al país con igual ferocidad.
Cambian los colores, pero el método es el mismo: burocracia ineficiente, clientelismo, contratos amañados y un aparato estatal diseñado para el saqueo sistemático. A eso hay que sumar una élite empresarial enquistada en el poder que vive del Estado, no de la competencia.
En este escenario, Petro no tenía muchas probabilidades de triunfar. Todo el aparato tradicional, desde los medios de comunicación hasta los gremios económicos, se activó desde el primer día para minarlo, bloquearlo y desgastarlo.
Y, sí, es verdad que ha cometido errores, especialmente en la elección de muchos de sus funcionarios: personas sin preparación, sin visión, sin altura política. Pero, a pesar de eso, hay que decir algo que nadie quiere reconocer en voz alta: Petro ha resistido, ha gestionado y ha mostrado inteligencia estratégica.
Petro no ha hundido la economía: la ha estabilizado
Uno de los argumentos más repetidos por la oposición es que Petro está llevando al país a la ruina. Nada más falso desde el punto de vista técnico. Con datos en mano, Colombia ha mantenido la estabilidad de su moneda en medio de una tormenta global. Mientras otros países han visto devaluaciones severas y fuga de capitales, el peso colombiano se ha sostenido frente al dólar.
¿Milagro? No. Gestión monetaria cuidadosa, inteligencia fiscal y lectura del entorno internacional. Petro entendió que sin estabilidad cambiaria no hay inversión, y sin inversión no hay empleo ni desarrollo.
El Banco de la República ha mantenido su independencia, las tasas de interés han comenzado a bajar y el consumo, aunque moderado, no ha colapsado. Eso, en este contexto mundial, es un mérito.
El déficit fiscal, heredado de gobiernos anteriores, ha sido controlado sin una reforma tributaria asfixiante. Y, a pesar del ruido, Colombia sigue siendo un país atractivo para el capital extranjero. ¿Eso es hundir el país? No. Eso es mantenerlo a flote con una economía mundial tambaleante.
La oposición entró en pánico... y con razón
La realidad es que la oposición no esperaba que Petro llegara tan lejos. Lo subestimaron desde el principio. Pensaban que sería un incendiario, un improvisado, un populista más. Pero Petro ha demostrado que su formación como economista, su experiencia como congresista y su olfato político son herramientas reales, no adornos. Hoy, la oposición ha comenzado a comprender que Petro les ha arrebatado la narrativa, y eso los tiene nerviosos.
El pasado 1 de mayo, en la marcha del Día del Trabajador, Petro no solo salió fortalecido: movilizó al pueblo como nunca se ha visto. No con miedo, no con amenazas, sino con discurso, con propuesta, con presencia. La calle, que siempre fue su territorio natural, volvió a rugir a su favor. Y eso no es menor, porque en política, la calle pesa más que las encuestas manipuladas.
Hoy la derecha ve con pavor que le puso a la izquierda en bandeja de plata las elecciones del 2026. El petrismo, con todos sus errores, ha logrado cohesionar una base popular que no confía ni en partidos ni en élites, pero sí en el mensaje de cambio. Pero todo cambio tiene un proceso.
La clase media, golpeada por la inequidad, empieza a comprender que no hay salida sin reforma estructural. Y, aunque Petro no lo ha hecho perfecto, ha puesto el dedo en la llaga.
Una oportunidad histórica: tecnificar el país
Pero el verdadero salto está en el futuro. Si Petro realmente quiere dejar una huella imborrable en la historia de Colombia, tiene en sus manos la oportunidad de transformar el país desde la raíz. ¿Cómo? Aplicando la inteligencia que ya ha demostrado tener, y rodeándose —esta vez sí— de personas capaces. No ideólogos. No amigos. No improvisados. Expertos.
Aquí algunas propuestas clave que deberían ser prioridad nacional:
- Aplicar blockchain a la gestión pública
La corrupción no se combate con discursos, se combate con tecnología. La blockchain, utilizada con éxito en Estonia y otros países, permite rastrear cada transacción pública, cada contrato, cada peso. Imaginen un Ministerio de Salud o de Transporte donde cada gasto sea público, automático y verificable. ¿Cuánto dinero se evitaría perder? Miles de millones. Esta sola medida cambiaría el país.
- Democratizar las criptomonedas
En un país donde los bancos solo prestan a grandes empresas, las criptomonedas pueden democratizar el acceso a crédito. Microempresarios, campesinos, emprendedores digitales podrían obtener financiamiento respaldado en activos digitales. Una economía descentralizada es más justa, más ágil y más transparente.
- Revolución tecnológica en salud y educación
¿Por qué seguimos con expedientes de papel, citas a dedo y corrupción en los hospitales públicos? La respuesta es negligencia. Con tecnología, la salud puede mejorar exponencialmente: desde sistemas automatizados de citas hasta historias clínicas digitales y monitoreo remoto.
Lo mismo con la educación: plataformas tecnológicas, clases híbridas, acceso a herramientas digitales en zonas rurales. Colombia no necesita más discursos, necesita ejecución.
Petro unió al pueblo, aunque a muchos les incomode
Hay una frase que circula en la calle: “Petro unió a Colombia”. A primera vista parece exagerada. Pero si analizamos lo que está ocurriendo en barrios, sindicatos, comunidades indígenas, estudiantes y trabajadores, notamos algo claro: hay una esperanza colectiva. No se trata solo de Petro, sino del proceso que representa. Un proceso que, a pesar de sus errores, ha logrado despertar algo dormido: el sentido de pertenencia y lucha en el pueblo.
Esa unión asusta. Porque un pueblo unido deja de ser manipulable. Un pueblo unido exige resultados, no promesas vacías. Y, si Petro logra canalizar esa energía hacia una verdadera revolución administrativa y tecnológica, no solo puede reelegirse a través de su sucesor: puede rediseñar la república.
Conclusión: ¿y si Petro no era el problema?
Es momento de dejar la histeria y comenzar a pensar en serio. Petro no es un mesías ni el salvador. Pero tampoco es el caos que pintan. Es un presidente que, con sus luces y sombras, ha resistido una presión mediática y política brutal, y ha logrado mantener el país a flote. Eso no es poco.
El gran error de muchos fue subestimarlo. Hoy, la oposición está obligada a replantear su estrategia. Porque la narrativa de “Petro es el caos” ya no cuela. El pueblo no es tonto. Y cuando el pueblo despierta, ninguna élite puede dormir tranquila.
La pregunta que queda no es si Petro va a cambiar a Colombia. La pregunta es: ¿Colombia está lista para cambiar con él?