
Por Ciudadanos de Colombia por la defensa del Estado para NOVA
Señor Gustavo Petro Urrego Presidente de la República de Colombia
Señor Presidente:
Quien ocupa el más alto cargo de la nación no gobierna para sí, ni para sus aliados, ni para sus ideologías. Gobierna bajo juramento solemne a la Constitución, a la ley y al pueblo. Usted hizo ese juramento. Hoy, Colombia entera observa cómo ese juramento ha sido traicionado.
Gobernar exige lucidez, equilibrio, decoro. Exige respeto por las instituciones, coherencia en la palabra pública, y sobre todo, exige preservar la legitimidad moral del Estado. Nada de eso permanece. Las denuncias recientes, provenientes de su propio excanciller, su antiguo aliado, su ministro más cercano, no pueden ser tomadas como un ataque político más. Son una advertencia gravísima sobre su capacidad real de ejercer la Presidencia, su entorno y el deterioro del poder público bajo su mando.
En estos meses, usted ha desacatado órdenes judiciales. Ha burlado los límites del Consejo de Estado. Ha negociado con narcoterroristas la cesión de la soberanía. Ha violado el principio de legalidad al suspender operaciones militares mediante decretos unilaterales. Ha atacado, sin pudor, a jueces, medios, opositores, empresarios, ciudadanos. Y ahora, ante la luz de los hechos, su estado de salud mental y sus posibles adicciones ponen en riesgo inminente la estabilidad del país y de su propio gobierno.
Colombia no puede seguir secuestrada por su ego ni por su silencio. Un presidente que se esconde en París mientras el país arde, un presidente que niega todo y responde con sarcasmo, no es un presidente. Es un fugitivo del deber.
Señor Petro:
La historia no necesita mártires artificiales ni dictadores de micrófono. La historia exige responsabilidad. Usted puede, aún, elegir no ser recordado como el hombre que terminó de fracturar a Colombia. Puede irse. Puede, si le queda aún una chispa de conciencia patriótica, renunciar.
Renunciar no es una rendición. Es, en algunos casos, el acto más alto de nobleza.
Usted ya no puede gobernar. No lo dice la oposición. Lo dicen sus actos. Lo dicen sus silencios. Y ahora, lo dicen también quienes lo conocieron desde dentro.
Colombia no lo odia, Presidente. Colombia simplemente ya no lo reconoce. Es hora de irse. Por la dignidad del cargo. Por la paz que dice defender. Y por el país que ya no resiste más. Atentamente.
Nota al lector:
Esta no es una carta de odio, sino de conciencia. Si compartes la preocupación por el rumbo de nuestro país, ayúdame a difundirla. Comparte, reenvía, traduce, imprime, recita si es necesario. Que llegue a cada rincón de Colombia y más allá. Que nadie pueda decir: "no lo sabíamos". La palabra es el primer acto de resistencia. Y esta carta, nuestra voz.