Opinión

Después de la visita del papa Francisco, la construcción de la paz en la mira

La paz está al alcance de una generación que se levantó con hechos de violencia cada 17 minutos.

Por Carlos Villota, especial para NOVA

Cuando se abre la puerta al calendario electoral que definirá la composición del Congreso de la República en marzo de 2018, en el Senado y en la Cámara, y están inscritos 27 candidatos a la presidencia de Colombia, la mayoría avalados por firmas de los ciudadanos. Por fuera los partidos tradicionales: Partido Liberal, Partido Conservador, Partido de la U, a los que se suman el Polo Democrático, Opción Ciudadana y Cambio Radical.

La pregunta obligada es: ¿está preparada Colombia para edificar un una paz duradera, sostenible, estable y con el lenguaje del posconflicto?. Lo primero que hay que decir, es que el proceso de negociación no fue fácil y mucho menos será su aplicación en las regiones, 32 departamentos del país.

Lo segundo, es que más allá de un acuerdo o un documento, el verdadero protagonismo del éxito o el fracaso del proceso de paz, en la tierra del desaparecido Nobel Gabriel García Márquez, descansará en el ciudadano.

Es justo en ese momento, cuando la paz demandará el reconocimiento de dignidad de todos los seres humanos. Será la hora del respeto y promoción de los derechos humanos, con el cumplimiento de los deberes propios de cada quién. Una tesis que fue respaldada por el papa Francisco en su visita a Colombia del 6 al 10 de septiembre en las ciudades de Bogotá. Villavicencio, Medellín y Cartagena.

La paz exige y exigirá justicia social. Un nuevo modelo de desarrollo económico, industrial y agrario. En una palabra, un desarrollo humano sostenible, que tenga como centro a los niños, a los hombres y mujeres desde la Guajira hasta Nariño y desde San Andrés y Providencia hasta Amazonas. Es decir, arpar a un actor como el campo, relegado por años al desarrollo y a la toma de decisiones del Gobierno.

Lo anterior significará, un lenguaje educativo y pedagógico de los medios de comunicación, que deben tener el acompañamiento del Estado a través del diseño de una política cultural que facilite la construcción de un pensamiento socialmente elaborado y compartido, que imprima a lo económico, a lo político, a lo social y a lo religioso, una misma coherencia entre el desarrollo, la justicia social y la ética.

Esta construcción de cultura de paz, no puede estar ajeno de un marco ético. El hombre es la única especie animal que tiene sentido del bien y del mal, sentido de la finalidad y sentido de la vida: el hombre es un animal ético. La ética no es un lujo ni una moda trasnochada. La firma del acuerdo final de La Habana, impactará en América Latina. Sin embargo, la paz está llamada a construirse cada día.

Eso lo saben quién aspiren a suceder a Juan Manuel Santos en la casa de Nariño y los aspirantes al Congreso, donde las FARC ya tienen curules aseguradas que le otorga el mismo Acuerdo Final de la Habana, en medio de una alta polarización por el contenido mismo del documento que les facilitó su reintegración a la vida civil.

En lo particular creo, que el ciudadano si quiere la paz, pero no es el único responsable para que sea viable. El Estado debe actuar y acompañar el posconflicto, más allá de su capacidad institucional. De cara a las regiones. La paz debe ser entendida como un deber personal y social. Por lo mismo si es posible si todos los actores cumplen su tarea.

La paz está al alcance de una generación que se levantó con hechos de violencia cada 17 minutos, Por más duro y adverso que parezca cimentar la paz, es oportuno retomar todas y cada una de las homilías del papa Francisco. Porque construir y vestir la paz se convirtió en el siglo XXI en un desafío, un diálogo y una visión futurista de los ciudadanos. Donde la mujer jugará un papel fundamental.

No en vano, nace y se gesta el primer partido político de mujeres en Colombia, bajo el logo de GEN Gente Emprendedora Nacional, Un colectividad que también tendrá en su lista a hombres. Una nueva visión del país que recorrió desde sus calles el Obispo de Roma, cuya trascendencia e importancia, se medirá con el paso del tiempo

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