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Despidiéndose de la Presidencia

La extensa carta que Santos le escribió a su sucesor

Juan Manuel Santos, Presidente de Colombia. (Dibujo: NOVA)

A seis meses de entregar su cargo y asumir el rol de expresidente, Juan Manuel Santos divulgó este jueves una carta dirigida a quien será su su cesor, en la que hace un balance de lo que fueron sus ocho años de gobierno, destacando sus logros, señalando las dificultades “del arte de gobernar” e indicando los retos que tendrá que enfrentar para hacer de Colombia un mejor país.

La carta fue divulgada por Santos a través de su cuenta en Twitter, donde los internautas no pasaron por alto un detalle: en su tuit, el jefe de Estado etiquetó a varios de los candidatos a la Presidencia –entre ellos, Humberto de la Calle, Sergio Fajardo, Iván Duque, Gustavo Petro y Rodrigo Londoño– pero no incluyó a quien fuera su vicepresidente, German Vargas Lleras.

En la misiva, de cuatro páginas, el primer mandatario enumera los temas que centraron su gestión: lucha contra la pobreza, educación, construcción de vivienda, garantía en materia de salud, estabilización de la economía, promoción del empleo y, por supuesto, sus esfuerzos para alcanzar la paz.

Alertando por la polarización que persiste en el país, el presidente aboga por que al próximo mandatario “le toque una oposición más racional y constructiva” e insiste que no interferirá en su gobierno.

“Tenga la absoluta seguridad que no voy a interferir para nada en su trabajo. Yo ya tuve el inmenso privilegio de gobernar durante ocho años. Ahora es su turno. Si me necesita ahí estaré. Le deseo los mayores éxitos. Su éxito será el éxito de todos nosotros, de toda Colombia”, asegura el jefe de Estado.

Santos –quien también se refiere a los avances y desafíos en materia de infraestructura vial, en el sector agrícola, la adaptación al cambio climático, la justicia, lucha contra la corrupción y erradicación del narcotráfico– insta además al próximo mandatario a ‘no arrasar con lo encontrado’ y construir sobre lo que considere “está bien construido”.

“Lo importante es poder decir al final del gobierno que hizo todo lo humanamente posible y que hizo siempre lo que consideró correcto, así fuera impopular. Ojalá pueda también decir que no arrasó con lo que encontró, sino que construyó sobre lo que consideró que estaba bien construido, que no se dejó llevar por el complejo de Adán. Y que deja un país mejor del que encontró”, agrega el jefe de Estado.

“Tenemos más paz y tranquilidad, hay menos desigualdad, tenemos un país más moderno y mejor posicionado internacionalmente, una democracia más inclusiva, y estamos mejor preparados para aprovechar las inmensas oportunidades que ofrece nuestra querida patria”, puntualiza Santos.

Esta es la carta completa:

Estimado sucesor,

Servir a los colombianos desde la Presidencia de la República es el más alto honor al que puede aspirar un ciudadano. Es también la responsabilidad más importante que se puede asumir. Liderar el país para mejorar la calidad de vida de nuestros compatriotas y garantizarles sus derechos es una tarea enorme, de todos los días, de todas las horas, de cada minuto. Es una fuente de grandes satisfacciones y muchísimas frustraciones. Por eso celebro la decisión de presentar su nombre al escrutinio de los colombianos.

Las políticas públicas deben partir de la realidad y orientarse a corregir los errores que sin duda se han cometido, a mejorar lo que debe mejorarse y a continuar con lo que funciona. El reto será explicar su visión para el país, su puerto de destino.

El país ha superado grandes dificultades y ha avanzado de manera significativa en las últimas décadas. Sin embargo –como en toda sociedad—los temas que preocupan a los ciudadanos necesitan de renovadas acciones para superar nuevos desafíos y problemas. Siempre hay más necesidades que capacidades de los gobiernos para satisfacerlas. Lo importante es priorizar y seguir avanzando.

Aunque me quedan todavía seis meses de gobierno, me dirijo a usted hoy para explicar lo que creo deban ser los principales temas de debate nacional durante esta campaña electoral para elegir mi sucesor. No tengo influencia en esta campaña, ni voy a influir. Pero quisiera presentarle este balance y sugerir, desde mi perspectiva, aquellos temas prioritarios de la nación que requerirán de continuidad o de un giro nuevo. En estas pocas páginas quiero compartir cómo veo el panorama actual del país, dónde hemos avanzado y dónde tenemos que seguir adelante.

Me siento muy honrado y muy agradecido con el pueblo colombiano por haberme dado la oportunidad de servirle al país. Creo sinceramente que Colombia avanzó y avanzó mucho. Noventa meses después de haber comenzado esta larga y difícil jornada, somos un país mejor que cuando comenzamos. Tenemos más paz y tranquilidad, hay menos desigualdad, tenemos un país más moderno y mejor posicionado internacionalmente, una democracia más inclusiva, y estamos mejor preparados para aprovechar las inmensas oportunidades que ofrece nuestra querida patria.

En los últimos años, más de 5 millones de colombianos salieron de la pobreza y se redujo a la mitad la pobreza extrema, fruto de haber adoptado el índice multidimensional que permitió una más rigurosa y efectiva focalización de la inversión social. Pero nos queda aún mucho camino por recorrer para lograr erradicar por completo la pobreza extrema y garantizar condiciones de vida digna a nuestros compatriotas más vulnerables.

El más grande generador de equidad y mejores oportunidades es la educación. En este frente también el país ha avanzado. La educación ocupa hoy el primer puesto en el presupuesto. La gratuidad de la educación hasta el grado 11, la política de primera infancia con el programa de Cero a Siempre, el acceso a la tecnología y el reparto de millones de tabletas y computadores gratis, la distribución gratuita de 50 millones de textos escolares y la masiva construcción de aulas para facilitar la jornada única, nos han permitido mejorar tanto la calidad como la cobertura educativa. A lo anterior también han contribuido los programas de apoyo a los docentes.

Pero por supuesto no podemos darnos por satisfechos. Colombia sigue teniendo elevadas tasas de deserción escolar en educación media. La jornada única debe extenderse a todos los estudiantes. Y el mejoramiento de la calidad debe seguir siendo prioridad. En este tema también el próximo gobierno debe proponer caminos para acelerar el paso y ofrecer la mejor educación posible a todos nuestros jóvenes, independiente de su condición social. El programa de dotación de las bibliotecas –más de 38 millones de libros entregados— así como las bibliotecas móviles democratizaron la cultura y el conocimiento.

El reto en materia de educación superior es igualmente importante. En estos últimos años logramos que el acceso a la educación superior pasara del 37 al 51% y esperamos dejarlo en el 57%. Pero a pesar del éxito de programas como Ser Pilo Paga, que le permitió a más de 40 mil jóvenes de escasos recursos acceder a la mejor educación universitaria disponible, a pesar del incremento tan importante de los recursos para las universidades públicas y el fortalecimiento del Sena, nos queda también mucho camino por recorrer. Colombia tiene que seguir mejorando el acceso y la calidad de la educación superior para enfrentar con éxito los desafíos del presente y del futuro.

Parte de la lucha contra la pobreza, y el permanente esfuerzo por mejorar la calidad de vida de los colombianos pasa por el acceso a una vivienda digna. En el caso de los más pobres, aquellos que nunca siquiera soñaron con un techo propio, era necesario proveerles casas gratis. Más de 130 mil en los centros urbanos y otro tanto en las zonas rurales pudieron recibirla. Pero la política de acceso a la vivienda debe ser para todos. En estos últimos 8 años, a través de distintos mecanismos de apoyo diferenciados según los ingresos de las familias, logramos reducir el déficit habitacional a la mitad. Usted tendrá el gran reto de acabarlo en los próximos años. Reflexión similar debe hacerse frente al acceso a los servicios básicos residenciales. Si bien más de 6.3 millones de personas recibieron por primera vez agua potable y 7 millones pudieron conectarse al alcantarillado, la demanda insatisfecha sigue siendo demasiado alta, algo inaceptable para la Colombia del siglo 21.

El acceso a los servicios de salud oportunos y de calidad son otro pilar de la construcción de una sociedad más solidaria y equitativa. Y las exigencias ciudadanas son –y es entendible—crecientes y urgentes. De otra parte, garantizar un servicio universal de salud como el que logramos impone unos costos cada vez más elevados que amenazan su sostenibilidad. Encontrar un equilibrio entre esos dos requerimientos es un reto permanente en todas las sociedades, incluso las más ricas. En este gobierno consagramos la salud como un derecho fundamental y acabamos con la odiosa diferencia entre pacientes de primera y de segunda al unificar el plan obligatorio de salud. Retomamos el programa de vacunación y de prevención, lo cual nos permitió reducir la mortalidad infantil. En materia de costos y acceso bajamos y controlamos los precios de los medicamentos. En el sector salud me queda la frustración de no haber podido avanzar más. Ha sido difícil. Queda aún mucho por hacer, sobre todo en el servicio al paciente, con el pago a los hospitales.

Por supuesto, el progreso de los colombianos necesita una economía sólida y competitiva que genere empleo formal y oportunidades.

Uno de los grandes cuellos de botella históricos que hemos sufrido –particularmente complejo por

nuestra geografía—es el de la infraestructura, empezando por la vial. Durante mi administración hemos construido más de 1600 kilómetros de dobles calzadas, casi el doble de los construidos en toda nuestra historia, y hemos renovado y mejorado los puertos y aeropuertos. Si bien el avance es significativo, tenemos aún mucho por construir. Sin duda el gran reto hacia delante será acelerar y ampliar las concesiones de 4-G y culminar el ambicioso programa de vías terciarias que se inició, esencial para que nuestros campesinos puedan conectarse de manera eficiente con los mercados y con el resto del país. Intervenimos 37 mil kilómetros de estas vías, pero no es suficiente.

El sector agrícola con la paz se convierte en uno de los de mayor potencial para Colombia. Después de muchos años de tener resultados bastante pobres, la producción se ha disparado. Más de un millón de nuevas hectáreas han empezado a producir alimentos en los últimos 3 años, cifra bien distinta a las 25 mil que entraban en producción cada año en décadas anteriores. Resultado directo de ello, el empleo ha crecido de manera importante. Pero tenemos aún vastas regiones subutilizadas que requieren de inversión, infraestructura, asistencia técnica y desarrollo de variedades apropiadas para nuestros climas y suelos.

En el campo y en el resto de la economía, los empresarios han sido jugadores esenciales con su inversión y su tecnología. Ampliamos nuestros mercados internacionales a más de 1500 millones de consumidores y ofrecemos más productos lo que fortalece nuestra industria. Desde principios de los años 90, hemos buscado incrementar la inversión privada, tanto nacional como extranjera. La inversión extranjera en nuestro país se ha duplicado en los últimos siete años y medio. Logramos finalmente alcanzar tasas de inversión similares a las que permitieron la transformación de economías como Corea del Sur y otros tigres asiáticos. Mantener estos niveles de inversión hacia delante es fundamental para seguir reduciendo el desempleo y la informalidad, obstáculos reales para el bienestar de nuestros compatriotas.

Colombia debe preservar la confianza de los inversionistas con unas finanzas públicas sólidas y reglas de juego claras y estables. A pesar de la grave crisis que nos impuso la caída del precio del petróleo, del carbón y de otros productos de exportación, logramos hacer los ajustes sin afectar la inversión social. Mantener el grado de inversión alcanzado será fundamental para continuar atrayendo inversionistas y empresarios internacionales.

En materia de empleo, además de lo anterior, era necesario hacer más eficiente el mercado laboral. No solo reducimos los impuestos a la nómina que incentivaban la informalidad, sino que también creamos el Servicio Nacional de Empleo que pone en contacto la oferta y la demanda de empleo. Más de un millón y medio de personas encontraron empleo por este canal. El desempleo se bajó a un digito y se crearon más de tres y medio millones de empleos, la mayoria formales. Pero el desempleo debe bajar más.

El uso de la tecnología es hoy un imperativo para competir y generar empleo. A lo largo de este gobierno conectamos a todos los municipios del país fibra óptica y con banda ancha. Desarrollar emprendimientos y usos innovadores para esa autopista de la información es ahora el gran reto. El gobierno debe apoyar aún más a los empresarios en este propósito, en particular los más jóvenes.

Al pensar en la economía de nuestro país debemos hacerlo pensando también en el largo plazo. En ese sentido es esencial garantizar un desarrollo sostenible. Somos uno de los países más biodiversos del planeta, y uno de los más expuestos a los riesgos del cambio climático. Debemos proteger esas riquezas y proponer oportunidades de progreso a los colombianos de hoy pero sin sacrificar las próximas generaciones. Hemos avanzado. Delimitamos nuestros páramos y más que duplicamos las áreas protegidas. Sentamos las bases para el desarrollo de energías alternas renovables. También debemos incentivar el desarrollo de las biotecnologías que encierran un potencial enorme de crecimiento e ingresos, pero siempre, siempre protegiendo nuestra biodiversidad.

En materia de justicia, logramos avanzar mucho. Dejamos códigos modernos como el General del Proceso, el de Procedimientos, el de lo Contencioso Administrativo y un Estatuto Arbitral que es considerado como estado del arte. Dejamos ni más ni menos que la Justicia Especial para la Paz. Pero no haber logrado una reforma estructural que permita una justicia más pronta y cumplida es una de mis grandes frustraciones como mandatario. Estoy convencido que debemos perseverar en la búsqueda de una justicia más ágil y eficiente que restaure la plena confianza ciudadana en su sistema de justicia.

En materia de seguridad, es evidente la preocupación de muchos colombianos, especialmente los que viven en áreas urbanas, por la inseguridad en nuestras calles y vecindarios. Aunque Colombia registró este año la tasa de homicidios más baja de los últimos 42 años, y muchos de los otros indicadores de seguridad han mejorado sustancialmente, será clave seguir incrementando las medidas para combatir el crimen y garantizar la tranquilidad ciudadana. En la lucha por la seguridad nunca se debe bajar la guardia, los delincuentes siempre tratan de estar un paso adelante.

Superar el reto enorme que aún presenta el narcotráfico seguirá siendo otra prioridad. A pesar del incremento en los cultivos ilícitos, el fin del conflicto con las Farc nos abrió una oportunidad histórica para resolver de manera estructural este problema. Hay un plan de sustitución y erradicación en marcha que comienza a dar resultados. No será fácil, pero habrá que insistir. Por otro lado, nunca se ha incautado tanta droga. Es necesario perseverar y seguir combatiendo este flagelo con toda contundencia.

La lucha contra la corrupción ha sido objetivo fundamental de mi gobierno, y de mi vida. El Congreso aprobó el estatuto anti corrupción, se creó el portal de Colombia compra eficiente, se hizo obligatoria la publicación de todos los contratos con recursos públicos, entre muchas otras acciones. La Comisión Nacional de Moralización permitió mejorar la cooperación entre los poderes públicos y los órganos de control para prevenir y sancionar actos de corrupción. Hicimos de la transparencia una política sistemática, con herramientas como Urna de Cristal o el Portal de Transparencia. El acceso ciudadano a la información es uno de los mejores antídotos contra la corrupción. Debemos seguir cerrando todo resquicio por el que los corruptos pretendan desviar los recursos públicos. Este tema, como muchos otros, requiere no solo de normas estrictas y vigilancia eficaz: también requiere promover un cambio de cultura en el conjunto de la sociedad.

Todos estos temas y muchos más que permitan una mejor calidad de vida para los colombianos y un mejor futuro para la nación, podremos enfrentarlos y superarlos mejor ahora que hemos logrado parar el conflicto interno con las Farc que durante tanto tiempo tuvimos que padecer.

Entiendo que haya posiciones diversas y críticas al acuerdo de paz. No hay acuerdo perfecto. No puede haber, por definición. Pero lo cierto es que logramos parar el desangre, desarmar a la guerrilla más vieja del continente, y son miles de vidas de colombianos que se han salvado gracias al acuerdo. Logramos firmar la paz sin sacrificar nuestro modelo de desarrollo y apegados a la Constitución y al derecho internacional. La democracia colombiana es hoy más incluyente.

Por otro lado, poner fin al conflicto armado nos permite como sociedad, como nación, dedicar nuestros esfuerzos, los públicos y los privados, a resolver problemas que llevan décadas sin superarse. El primero de ellos, sin duda, es la presencia efectiva del Estado en porciones enteras de nuestro vasto territorio, donde por cuenta de la confrontación armada nunca estuvo presente. Con el fin del conflicto iniciamos un largo y desafiante camino: construir la paz. Se abren grandes oportunidades de progreso que no podemos dejar pasar. Oportunidades para las víctimas y los desplazados, para los campesinos, para los jóvenes, para los empresarios y también para la Colombia urbana. Es la oportunidad de llevar el progreso a la Colombia profunda.

Poner en riesgo lo avanzado, volver atrás a las épocas de violencia y enfrentamiento entre colombianos no puede ser el camino. Debemos unir esfuerzos y voluntades para lograr la reconciliación y desterrar de una vez y para siempre la violencia como forma de hacer política. Hay que erradicar la polarización que tanto daño hace. Yo no pude. Ojalá usted si pueda y en eso cuente con todo mi apoyo. La polarización hace el arte de gobernar mucho más difícil.

Nuestros avances los reconoce el mundo entero. Ser colombiano dejó de ser un estigma en los aeropuertos del mundo. Y venir a Colombia ya no es una aventura arriesgada, es un destino apetecido por millones de turistas extranjeros. Pasamos de 1.2 millones en 2010 a 6.5 millones en 2017.

Estimado sucesor,

Ser presidente en el mundo de hoy es cada vez más difícil. La polarización, el triunfo –ojalá temporal –de las emociones sobre los argumentos, la inmediatez de las redes sociales, la rapidez con que cambia la tecnología, impone ritmos cada vez más exigentes y presenta nuevos desafíos en el diálogo con el ciudadano. Hoy hay que trabajar mucho más.

En mi caso, lo he hecho con verdadera pasión y plena convicción (solo así se resiste tanto palo), siempre pensando en lo mejor para Colombia. Ha sido duro. Pueda ser que le toque una oposición más racional y constructiva. Así como he tenido momentos muy difíciles y grandes desilusiones, también he tenido momentos de inmensas satisfacciones. Lo importante es poder decir al final del gobierno que hizo todo lo humanamente posible y que hizo siempre lo que consideró correcto, así fuera impopular. Ojalá pueda también decir que no arrasó con lo que encontró, sino que construyó sobre lo que consideró que estaba bien construido, que no se dejó llevar por el complejo de Adán. Y que deja un país mejor del que encontró.

Tenga la absoluta seguridad que no voy a interferir para nada en su trabajo. Yo ya tuve el inmenso privilegio de gobernar durante ocho años. Ahora es su turno. Si me necesita ahí estaré. Le deseo los mayores éxitos. Su éxito será el éxito de todos nosotros, de toda Colombia.

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