Opinión
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Nariño en su calidad de región fronteriza de Colombia debe apostarle a la innovación agropecuaria

Manuel Enríquez Rosero, senador de la República.

Por Manuel Enríquez Rosero, senador de la República

A poco menos de seis semanas de terminar el año 2017, se abre paso la hora del balance del sector público y privado. En el caso del departamento de Nariño –como región que le apuesta a la construcción de la paz desde el territorio- está en mora de mirar su alto potencial en materia de biodiversidad y agrícola desde la costa hasta la sierra; bajo el llamado “triángulo de oro”.

Si se observa con detenimiento, más allá de las estadísticas que dejó a su paso su paso la violencia de más de cinco décadas por esta región de Colombia, impidió que desde la academia, el sector empresarial, los ciudadanos y campesinos pudieran hacer de la actividad agropecuaria y la agroindustria su fuente de ingresos, con el propósito de contribuir a elevar –de entrada- su calidad de vida, pero a la vez contribuir a generar índices positivos y en crecimiento ascendente del producto interno bruto, las exportaciones, la generación de empleo, y aportar al volumen de la canasta básica alimentaria dela país.

En mi calidad de senador de la República del partido de la U e hijo del departamento de Nariño –desde mi natal municipio de Cumbal- que conozco los retos y oportunidades del agro colombiano sometido a grandes riesgos por la variabilidad climática y la volatilidad de los precios internacionales de bienes agrícolas.

La gran pregunta que surge es Qué camino tomar alrededor del sector agropecuario, que posee tanta riqueza a partir de la posición geográfica del departamento de Nariño –con todos los pisos términos-al que se suma una cadena volcánica, costa sobre el Océano Pacífico y que decir de riqueza hídrica y su monumental Laguna de La Cocha, a pocos minutos de la ciudad de San Juan de Pasto, epicentro de biodiversidad, investigación y ecoturismo.

Sin duda, la repuesta es la puesta en marcha de la innovación agropecuaria, que permitiría a mediano y largo plazo no solo visibilizar ante los ojos de la comunidad internacional, las bondades del sector desde esta región colombiana, que le ha aportado tanto históricamente a la construcción como país, como fuente de integración binacional con el Ecuador y como punto de referencia en el planeta, a la hora de hablar de la diversificación de la economía.

La meta es y será el impulso y promoción de soberanía alimentaria, liderado por el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos -en la recta final de su administración- Una soberanía alimentaria entendida como el derecho de la región a definir su propia política agraria y alimentaria, bajo un escenario de implementación del posconflicto, que se extenderá por dos décadas, donde el sector agrario debe y está llamado a jugar un papel fundamental el fortalecimiento del desarrollo económico.

Lo que Colombia y Nariño deben edificar desde el territorio con el concurso de las comunidades indígenas, la academia –como centro del pensamiento- es un modelo de desarrollo económico de innovación bajo una bandera: “la agricultura responsable con el ambiente”.

Una línea de acción público- privada que desde la práctica no es otra cosa que acciones individuales y colectivas de conservación de suelos, buenas prácticas en el uso y manejo de agroquímicos, disposición adecuada de los desechos de la producción, uso racional del agua, son ejemplos de prácticas agrícolas responsables con el ambiente que se deben observar en la agricultura. El no hacerlo generará impactos ambientales inaceptables.

Esta lectura, del presente y futuro del campo no es gratuita. Es fruto de nuestro recorrido por Nariño en sus áreas urbanas y rurales –sus 64 municipios- que me permite afirmar “hoy más que nunca es fundamental fortalecer la dignidad de las familias dedicadas a la actividad agropecuaria y pesquera: que obtengan ingresos dignos y el reconocimiento social por su aporte al empleo, la economía, el ambiente y la seguridad alimentaria. Es pertinente fortalecer el sistema regional de producción de alimentos de la canasta básica, por medio del incremento de la productividad, el valor agregado y mejores sistemas de comercialización.

A esta estrategia, debe sumarse la construcción de una cultura agroexportadora, mediante la mejora regulatoria en temas aduaneros, sanitarios y fitosanitarios. Mejorar el sistema de innovación, el acceso a crédito, la simplificación de trámites y la reducción de los costos de producción por medio de la gestión del conocimiento, lo cual beneficiaría tanto a la producción local como a la agricultura de exportación.

Otro pilar fundamental de la política de Estado –que se reclama de Nariño y que asumimos con liderazgo y diálogo ciudadano- es impulsar desde el Congreso una agenda que visibilice a la agricultura ante el cambio climático, con acciones para la reducción, captura o compensación de gases de efecto de invernadero, incluyendo el uso de fuentes renovables de energía, así como para la adaptación de la agricultura al cambio climático, por medio de la investigación en nuevas variedades de plantas y otros elementos de nuestra biodiversidad, mejor utilización del recurso hídrico, sistemas de alerta temprana y seguros agrícolas adecuados al clima cambiante.

Finalmente, nos proponemos crear más y mejores oportunidades para la juventud del agro, por medio de una agricultura rentable, con alto valor agregado, y con un uso intensivo de herramientas modernas de infocomunicación como soporte a la toma de decisiones en el manejo de la producción y la comercialización.

No esperemos que sobre el horizonte de Colombia, se asome una crisis alimentaria. Es hora de actuar aquí y ahora. El mejor patrimonio que tiene Colombia en su gente. En el caso de Nariño, sus habitantes tenemos una vocación agrícola que está registrado en la historia. Que ha pasado de generación en generación y que en la actualidad bajo la era de las Tecnologías de la Información (Tics) es la mejor apuesta que puede hacer el Estado, en respuesta a la globalización.

En otras palabras, soy amigo de reforzar la agroecología, la innovación campesina y las redes de comercio justo. Ese es el camino para para garantizar el derecho a la alimentación. En 2011 la FAO publica el libro “Ahorrar para Crecer”, en el que enfatiza la necesidad de una “intensificación sostenible de la agricultura familiar”.

Es decir, una producción eficiente sin dañar el medio ambiente, y en 2013 la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo publica el informe “Despierten antes que sea demasiado tarde”, en el que indica la necesidad de “reformar las reglas del comercio agrícola, dando mayor espacio político para asegurar la soberanía alimentaria, la resiliencia y adaptación al cambio climático, y repensar el enfoque de integrar a los pequeños productores en las cadenas globales de suministro”.

En el marco de la reciente cumbre del clima de la ONU, se creó la Alianza por la “Agricultura Climáticamente Inteligente”, donde actores públicos y privados reconocieron que no podemos, en agricultura, seguir haciendo “negocios como siempre”. Nuestra propuesta está a tono con las tendencias mundiales más recientes.

Sabemos que la ruta no es fácil, pero ya iniciamos. Con trabajo, tesón y metas claras daremos pasos firmes y decididos hacia la agricultura del futuro que, más que intensiva en insumos, será intensiva en conocimientos.

Finalmente, quiero ratificar en mi condición de ciudadano y senador de la República por el partido de la U, que Colombia con el protagonismo de Nariño, tiene una oportunidad a futuro de asegurar una producción de alimentos viable, con capacidad de garantizar en el tiempo una gestión sostenible de los recursos naturales, desde una región fronteriza, que rechaza la violencia y la bienvenida a la innovación agropecuaria.

“Desde la Comisión Primera, la Comisión de Ética, la Comisión Accidental de Víctimas, al igual que la Comisión accidental de seguimiento al sistema carcelario, seguiré levantando su voz, presentando proposiciones, constancias y liderando debates de control político, para que el campo, sea la columna vertebral de la Colombia del siglo XXI. Si varias generaciones se perdieron por culpa de la violencia, está en el campo, que las nuevas generaciones, disfruten la vida a través de su riqueza humana y natural en un país que lo tiene todo. Que se ha reinventado en medio de la violencia y que se puede reinventar y modernizar desde el campo, en la era de la paz. Nariño tiene y puede ser protagonista de nueva mirada del Estado al sector rural”.

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